El presente es femenino

Las mujeres representamos el 48% de la población migrante, una clara señal de la creciente participación femenina en todos los ámbitos, incluidos los más arriesgados.

Soy Marialeonides, he emigrado 3 veces incluyendo volver a mi propio país, soy coach de transformación y liderazgos femenino, acompaño a mujeres que viven en el extranjero a elevar su sentido de pertenencia, integrarse con fluidez a un nuevo país y crear las bases sólidas para desarrollarse personal y profesionalmente.

Con mi método mujer universal he ayudado a muchas mujeres a renovar su identidad, liberar su poder y decidir con claridad y confianza absoluta.

Soy una Mujer Universal

Tu dime Leo, actualmente vivo en Ámsterdam, nací en Venezuela, y mis primeros 5 años después de haber emigrado los viví en desarraigo total y duelo permanente y múltiple; siempre pensé que era algo que iba a pasar cuando volviese a mi país de origen.

¿Tienes una bebida o algo que te acompañe en esta historia? Porque te lo cuento todo todo.

Emigrar es un viaje de autoconocimiento

Actualmente encarnó el propósito de sentir, ser, vivir y expandir la universalidad de mi ser; esa a la que puedes acceder a través de tu mapa energético, el autoconocimiento, la decisión consciente y la acción amorosa.

Hoy lo he podido convertir en un método aplicable, conseguí las herramientas para hacerlo gracias a que me he certificado como:

  • Coach de liderazgo femenino, 

  • Coach de negocios conscientes, 

  • Hipnoterapeuta, 

  • Practitioner en PNL, 

  • Maestra de meditación y ceremonias 

De mi antigua identidad rescate aprendizajes de mis estudios de leyes y mi experiencia en el ejercicio de la abogacía durante 10 años como especialista en derecho penal y master en criminología y delincuencia juvenil. 

Es un dolor  físico, emocional, psicológico y social.

Emigrar y ser madre en el extranjero no es una combinación fácil, especialmente cuando estás sola, sin una red de apoyo que te contengan; como la familia y amigos.

Yo emigre por amor pero jamás hubo “luna de miel” en la idea de ser migrante, a pesar de haber sido una decisión solo mía siempre me negué a la idea.  

Eso sí, migre con un proyecto en mente, pero al poco tiempo de haber llegado a Argentina quede embarazada y eso me forzó a cambiar los planes, así que mi primer duelo tenía que ver con la pérdida del proyecto migratorio.

Claro que estaba feliz de ser madre, pero a la vez estaba perdiendo lo más importante, me estaba perdiendo a mi misma, mi identidad, podía verlo venir, y quería evitarlo a toda costa.

Emigrar y ser madre en el extranjero no es una combinación fácil, especialmente cuando estás sola, sin una red de apoyo que te contengan; como la familia y amigos.

Me negaba rotundamente a ser madre sin mi tribu, mi madre no me había puesto la mano sobre la panza, la última vez que la vi cara a cara no me vio embarazada. 

Muchas veces me sentí mala persona porque extrañaba mas a mis amigas que a mi familia, soy amiguera por naturaleza, me gusta la juntadera, el bochinche, me encanta hablar y escuchar a la gente,

Y de repente ya nada de eso era posible; ya no habían amigas, encuentros, charlas, llamadas… Ya no podía seguir siendo la YO que solía ser 

Como mujer resiliente, me dispuse hacer nuevas amigas, me anoté en cuanto cursos de gestación, parto, posparto y crianza podía; fui a yoga, danza, círculos de mujeres y aunque en Argentina se habla español y está en América Latina ahí descubrí el duelo por la cultura, ese terrible sentimiento de no pertenecer, no ser parte de algo, de un grupo o comunidad. No tener tribu

El dialecto, la idiosincrasia y las costumbres. 

Extrañaba los chistes absurdos que se hacen en Venezuela por todo y por nada,  usar las palabras más cotidianas y vagas podían resultar una ofensa.

En el 2020 la meta era clara, estaba decidida a regresar a Venezuela, mi mayor sorpresa fue que la pandemia me trajo a Amsterdam, en mayo de ese año estaba montada en un avión de expatriación junto con mi pequeña de apenas un año de edad a recontarnos con su padre Dutch que no pudo volver a la ciudad de la furia.

idealice mi vida aquí,

me ví triunfante

Holanda me cautivo, aquí viví mi “luna de miel”

La depresión…

El coaching, una nueva migración y la experiencia pasada me impulsaron.

Me uní a un grupo de facebook de latinas en holanda, y poste

“Acabo de llegar a Ámsterdam, no tengo amigos ni familiares, solo somos mi hija, esposo y yo, me siento sola y me gustaría conocer a otras mujeres”

A las pocas horas teníamos un grupo de whatsapp con más de 20 mujeres latinas en diferentes lugares de Países Bajos. 

Surgió un grupo muy bonito que creció como la espuma, pero la caída fue rápida y dolorosa; idealice el país, idealice mi vida aquí e idealice este grupo de amigas. 

Nuevamente chocaba con el duelo de la identidad, y con todos los demás dolores. 

Tuve una gran revelación en forma de mil preguntas; 

¿Qué es ser una mujer migrante? 

¿Por qué duele tanto?

¿Qué es este dolor tan intenso y extraño que siento?

¿Por qué ya no puedo ser la misma de antes?

¿Ya no podré hacer amistades profundas?

Las preguntas eran miles y venían a cada instante. 

En Argentina era yo la migrante buscando conectar con otras; aquí todas éramos (somos) extranjeras. 

¿Qué podía estar mal?

Estábamos en pleno confinamiento por la pandemia.

Era invierno y a eso se le suma la pérdida de un embarazo de gestación avanzada. 

La depresión me cargó en sus brazos cual bebe y me llevó a dormir a su lado. 

Aquí sí sufrí el verdadero choque cultural, aquí me sentí indefensa, perdida, vulnerable. 

Conocí el duelo por el nivel social, sin hablar una sola palabra en inglés ni neerlandés, sin poder defenderme o pedir explicaciones. 

Los títulos y experiencia no valían nada, de pronto pertenezco a un status social que no me es familiar y tampoco me agrada.

El duelo de no poder regresar a casa se hizo presente

El desarraigo corría por mis venas.

La ambivalencia entre sentir la mente en un lugar y el corazón en otro, celebrar pequeños logros y vivir añorando algo que ya no es posible. 


Me auto diagnostique el síndrome de Ulises, y entré en un duelo perpetuo que constantemente me generaba sentimientos contradictorios: alegría-tristeza, logros-desesperanza, presencia-ausencia. Sentía el corazón roto.

Para mi no había otra salida, necesitaba volver a casa, a mi tribu, cobijarme en los brazos de mi madre y dejarme cuidar. Estaba sufriendo. 

Con una niña pequeña que también necesitaba ser cuidada. Ella fue mi ancla. 

En mayo de 2021 regresé a Venezuela con la idea de refugiarme en mi familia por 3 meses pero esos 3 meses se volvieron una nueva migración sin planificar. 

Volvieron los choques, los duelos, el sentimiento de no tener un lugar. 

Mi Coach me habló de identidad bicultural

No era ese mi caso, estaba perdida, la migración internacional por 2 continentes cambió tantas cosas en mí y en todo lo que había dejado años atrás. 

El  entorno, la gente, mis amistades, los vínculos y las vivencias, las dinámicas sociales, hasta la comida era tan diferente

Regresar también es emigrar

¿Cómo era posible esto?

Sentía como todo el dolor de haberlo dejado se volvía a repetir tras volver y encontrarme con que ya nada era lo mismo.

Una de las épocas más dolorosas de mi vida. Decir que estaba deprimida me resulta simplista. Me sentía muriendo. 

Creo que así se describe el no saber quien eres, no tener confianza en ti misma, que todo te de miedo, estar paralizada, no poder decidir ni quisiera cosas sencillas y vivir en desconexión total contigo y el mundo. 

Y si, a cualquiera le puede pasar.

Grité auxilio, pedí ayuda, mostré mi vulnerabilidad, hable mi verdad y muchas mujeres salieron a mi rescate. 


Hice coaching, terapia, afirmaciones, visualizaciones, decretos, diario matutino, meditación, ore, autohipnosis… Me subí al tren del autoconocimiento, la ciclicidad, tome decisiones conscientes, di pequeños pasos.

Al emigrar no todos perdemos lo mismo, a todos no nos duele lo mismo ni con la misma intensidad; pero a todos nos cambia la estructura emocional de nuestro SER, todos cambiamos de identidad.

La aceptación

la integración surge del corazón, pero antes debes aceptarlo todo tal cual como es

Primero me acepte como una mujer migrante

Acepté la incomodidad de estar en mi propio país y sentirme extranjera 

Acepté que no soy de Argentina, ni de Holanda, y que puedo ser de cualquier parte que me haga bien.

Acepté la idea de ser una MUJER UNIVERSAL 

Acepté que no había vuelta atrás, el cambio había sucedido y una nueva identidad se hacía presente. 

  • Aceptar tu ser, tu entorno y tus circunstancias será la clave para darte cuenta que no eres eso, eres un mundo de posibilidades descubriendo como hacerlas realidad

  • Antes de querer integrarte en un nuevo país integra el país a ti, su cultura, su historia, sus calles y olores, descubre sus sabores, sumérgete en su musica

  • Ya estas list@ para abrazar el desafío de reconstruir tu identidad, abre las alas de la valentía y expandete. ¡El cambio es inevitable!

Con lo que había vivido y experimentado descubrí mi universalidad, podía elegir cualquier lugar para vivir y convertirlo en mi hogar porque aprendí que el hogar es un sentimiento que llevamos dentro y casa ese lugar seguro que podemos construir en cualquier lado. 

Entendí que los efectos de la emigración son transgeneracionales, mis padres fueron inmigrantes, sus padres y sus padres y así la historia de toda la humanidad. 

Acepté que era el momento de iniciar la renovación de mi identidad, y fue así como use la vulnerabilidad de ser una mujer migrante en mi super poder para crear puentes de conexión y herramientas de sanción.

Tú también eres una MUJER UNIVERSAL

Estoy lista para acompañarte a liberar todo tu poder y liderar tu vida con confianza y claridad hacia lo que siempre has soñado.